miércoles, mayo 14

Cap: 840. El post de Risto Mejide:

Tú sí que cuestas.
Publicado 02-05-2008
Prensa ADN


(Hartículo/ADN/2-05-08)
Parece algo evidente y, seguramente, a estas alturas de mi huida, debería dejar de parecérmelo. Una perogrullada para alguien que en teoría se gana la vida vendiendo expectativas. Otra de esas cosas que debería llevar tatuadas en el iris, serigrafiadas en el culo, grabadas a fuego lento sobre mi dedo más peligroso, este pulgar juguetón que manda sobre tele y móvil.
Y es que en mi rodeo semanal a la rutina más insignificante, hoy tropiezo con la necesaria diferencia entre lo que cuestan las cosas, lo que realmente valen y lo que uno, al final, acaba pagando por ellas.
Cosas como enviar un mensajito. Enviar un mensajito no cuesta nada. Agarrar ese dispositivo que emite ondas perjudiciales desde tu bolsillo más próximo a los genitales, y ponerse a teclear como un gnomo con soriasis poseído por el espíritu de jotabé. La gente lo hace conduciendo, follando y hasta desde la taza del w.c. Pagar, lo que se dice pagar, como se carga en cuenta, apenas se nota, tú le das al send y unos pocos céntimos de euro más tarde, el mensaje llega sin pagar ni un solo canon por faltas de ortografía. Y como valor, estarás de acuerdo conmigo en que no tiene precio, último bastión de la comunicación asíncrona, del falso amiguismo del tenemos que vernos y de la infidelidad conyugal que clama ser descubierta.
Cosas como enamorarse. Enamorarse vale mucho, sí, pero lo acabas pagando cada vez más caro. Quizá por eso cada vez da como más pereza. Enamorarse, además, con tanto zapping, se está convirtiendo en un quererse hacia fuera, un gustarse mucho a través de otro, un darse mucho para recibirse mejor, y eso, tarde o temprano, acaba pasando fractura. Igual por eso proliferan las amistades WIPP Express, aquéllas con derecho a frote ocasional, fugaz, bien sucio y sin ningún tipo de compromiso, hasta tu próxima colada.
Cosas como salir por la noche. Bufff, aquí sí que hemos tocado fondo. Salir a pagar una copa que cuesta diez veces su valor real rodeado de masa sudada que baila algo a lo que un tipo rodeado de vinilos casposos ha decidido llamar música, sólo se entiende desde un punto de vista. Sexo. Aguantar que otro tipo cuyo libro de cabecera son las memorias completas de Chuck Norris decida si entras o no en un local sólo tiene una explicación creíble. Mucho sexo. Y bueno, también están las que salen con las amigas sólo para bailar y divertirse. Eso es cierto que tiene otro tipo de explicación. Falta de sexo.
Cosas como mirar la tele. La aparentemente única alternativa cotidiana para tantos sedentarios, desenamorados y solitarios acompañados en general. Millones de conversaciones apagadas por el encendido de un solo electrodoméstico. Que si la nevera mata el gusanillo, la consola el tiempo y la plancha todo tipo de arrugas, lo que mata la tele es la oportunidad de hablar y contarse cosas, el cómo te ha ido el día, el qué quieres que hagamos mañana, el cómo te sientes hoy. Y eso sí que tiene un valor fuera de cualquier parrilla que cualquier listillo pueda patrocinar jamás.
Cosas como escribir. Para terminar, me temo que escribir nos cuesta más a los que menos valor aportamos. Una vez, un entrañable viejecito me dijo, mirándome a los cojones del alma, que para ser escritor “sólo hace falta saber escribir sin faltas de ortografía y ser un poco menos pendejo que los demás

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enamorarse...no da pereza, da miedo!!

besos