martes, septiembre 9

Cap: 889. La verdad y nada más que la verdad




La verdad y nada mas que la verdad

Al hilo con el anterior post de Verónica Mars voy a hablar de la verdad. En la serie, Verónica sufre una especie de “síndrome del detective privado”; ella lleva mucho tiempo descubriendo toda la verdad de todos, tanto que olvida que cada uno puede tener una vida, y nadie es quien para saberlo todo. Gracias a ello en la serie tiene todo tipo de enemigos, algunos porque pretendía hacer algo bien, otros porque simplemente se metieron en medio de sus acciones. Toda acción tiene sus consecuencias. Ella dispone del equipo necesario pero ¿nosotros haríamos uso de ese equipo?.

Seguro que mas de uno y de una ha querido alguna vez saber lo que habla por el móvil su pareja, los mensajes que recibe (mas del 80% ha visto alguna vez de reojo los mensajes), en que lugar se encuentra en determinados momentos, oir lo que comenta de él/ella con sus amigos/as y un largo etc. Estamos en la era digital y poniendo un pequeño aparatito en el móvil puedes escuchar con quien habla, con un localizador gps puedes ver dónde se encuentra, contratando a un investigador puedes saber lo que hace en todo momento y algunas webs y algunos procedimientos informáticos pueden mostrar el pasado oculto de cualquiera. Estamos en la era de la información, todo se muestra y todos mentimos. ¿Verdaderamente estamos preparados para la verdad? ¿O todavía nos gusta pensar que la persona que amamos nos cuenta todo?. Yo prefiero revelar mis pensamientos a la persona que quiero, por lo menos los que considero serios, y después doy libertad de acción a esa persona. Puede opinar y decirme lo que quiera, ya que me muestro tal cual soy. Algunos pretenden vivir una mentira porque es más bonita que la realidad. Yo prefiero vivir la verdad, aunque no sea una película con final feliz. No creo que ayude en ninguna relación descubrir algo que nos están ocultando.


“Y así fue. Lo sabía. Al fondo de la calle distinguí un coche igualito al suyo tratando de aparcar mientras yo me acercaba sin remedio con el alma en un puño, el otro puño en la boca y un usuario, detrás, ignorándolo todo.

Lo que no podía imaginarme es que no fuera ella quien conducía, sino un musculitos de chándal pijo (algún lameculos sin cerebro y de su mismo gimnasio) mientras ella, sentada a su lado, le atusaba el cabello con igual naturalidad que conmigo, tiempo atrás; demasiado poco tiempo atrás, quiero decir.

Y justo al pasar a su altura, se besaron”.

2 comentarios:

Bosco dijo...

Lo peor es pillarlos.
Ojos que no ven, corazón que no siente.
Pero solo a veces.

mithras dijo...

Bosco: Coincido contigo, pero prefiero vivir en la dura realidad que en un sueño.

Gracias por seguir por aqui.