viernes, diciembre 12

Cap: 928. Tal día como mañana por Risto Mejide

Señoras y señores, están ustedes a punto de presenciar uno de mis momentos más apasionantes del año. Me encantaría decirles que poseo un don, que las veo venir y que jamás me pillan por sorpresa, pero nada más lejos de la mediocridad. Tal día como mañana, si nadie lo remedia, me habré hecho -aún más- mayor. Tal día como mañana, mis genes, mi alopecia y yo habremos superado al mismísimo hijo de Dios. Que se vaya lavando su padre.

Sí, amigos. Mañana a estas horas habré añadido una primavera más a mi ya escasamente útil existencia. Qué maravilla. Qué emoción. Pienso salir a la calle saltando y cantando cualquier canción de Shirley Maclaine para ir apagando todas las velas que encuentre a mi paso, incluidas las de los bautizos y restaurantes cool, mientras me tiro con fuerza del lóbulo izquierdo una vez cada cuarenta y dos minutos, hasta que me lo pueda poner de fular neorromántico, ideal para esta ola de frío polar.

Cumplir años es como la gripe, la capa de Ramontxu o el taxi de un alérgico al desodorante. Algo que duele mucho, aparece cuando menos lo necesitas y sobre todo algo por lo que todos, nos guste o no, tenemos que pasar como mínimo una vez cada doce meses. Y digo como mínimo, porque siempre hay un número indeterminado de conocidos, proveedores y familiares segundos que intenta acertar con la fecha, y no hace más que ganársela a pulso año tras año.

Te llaman, te escriben, te dicen lo mucho que se acuerdan de ti, y tú vas y te lo crees, cuando lo único que están haciendo es acelerar los trámites para poderle hacer click en el aceptar de su agenda del Outlook, y así poder seguir escribiendo cartas de amor en el muro del Facebook de un tipo gordo y feo que se hace pasar por una conocida top model.

El problema no está en que te recuerden tu edad. El problema está en el verbo. No se llama recoger años, amasar años, ni deglutir años. Se llama cumplir años. Y siempre he creído que uno debería cumplir sólo lo que promete. Nada más. Y nada menos.

No sé.

El caso es que tampoco soporto a la gente que te pregunta la edad. No es un tema de ahora, que ya he pasado a engrosar con orgullo las primeras filas de la juventud dorada. Nunca lo he soportado. Aparentes lo que aparentes, siempre pierdes. Si aparentas más, de pronto, y sin hacer nada, has perdido lo poco o nada que tenías de atractivo. Pero es que si aparentas menos, todo lo que ganas en atractivo lo pierdes en credibilidad. Y si no, que se lo pregunten a los tipos con cara de crío que se tienen que dejar barba para que les tomen en serio.

Y ahí es donde llegamos al punto crucial. La ropa. El estilismo. El look. En realidad, lo peor de cumplir años es que tu ropa no se actualiza contigo. Un día te pones la sudadera esa con la que antes lo rompías todo, y algo no funciona. Un día apareces en una cena con las deportivas de toda la vida, y la gente te mira mal.

Ese día has cumplido algo más que años, y lo notas, especialmente, porque dos nuevas y desconcertantes sensaciones han empezado a crecer con fuerza dentro de ti.

La sensación de que sabes perfectamente lo que están pensando.

Y la sensación de que te da absolutamente igual.

2 comentarios:

Bosco dijo...

Lo malo es que no podemos evitar cumplir años...
Así que yo creo que es mejor cumplirlos con buen humor.
Una pequeña celebración, unas risas, compañía...
Los que llaman para felicitar, que no aciertan, que solo te ven como una tarea del outlook, esos dan igual.
Pero los que tienes cerca, ¡que bien poder disfrutar aunque sea de unas cañas con ellos!
Es la vida. Y hay que vivirla a tope. Que a base de cumplir se terminan acabando...

mithras dijo...

Bosco: Bueno, hay que intentar cumplir años, pero no en el cerebro, mantenerse joven espiritualmente es lo unico que nos impide ser mas viejos fisicamente.

Saludos paganos.